Reflexión final: Quizá el mayor acto de resistencia en la era digital no sea desconectarse por completo, sino aprender a conectarnos de otro modo. Recuperar la capacidad de estar presentes sin necesidad de presentarnos, de ver sin ser vistos, de pensar sin compartir inmediatamente cada pensamiento. El desafío no es rechazar la tecnología sino reivindicar nuestra humanidad frente a ella: recuperar el silencio que hace posible la reflexión, la distancia que permite el respeto, la lentitud que nutre la profundidad. Solo así podremos despertar del encantamiento digital y construir una forma de vida donde la técnica sirva al florecimiento humano, y no al revés. La pregunta que nos deja Han es radical y urgente: ¿seremos capaces de este despertar antes de que sea demasiado tarde?